lunes, 21 de junio de 2010

Suponiendo México

La imagen colectiva que prevalece cuando cualquiera, a lo largo y ancho del mundo, es preguntado sobre México D.F., antes de poner un pie en esta ciudad, dista mucho de la realidad cotidiana que se encuentra el turista o residente en esta grandiosa urbe. Rodeada de montañas, inserta en un valle prodigioso, frente a dos colosales volcanes de nombre impronunciable para los foráneos, el Iztaccíhuatl y el Popocatépetl, hundida y hundiéndose en una laguna pretérita, con su centro cósmico y su Zócalo ocultando un águila que devora una serpiente, cuenta millones de historias cada día, muchas de ellas llenas de hambre, de miseria, de niños harapientos que venden paletas a cinco pesos, de violencia encarnada en machetes, de barrios chacas y nacos por doquier; pero paralela, rebosante, se encuentra otra ciudad, aún mayor, que la rodea, la envuelve y la redime de sus pecados y de su corrupción diaria. Esta otra ciudad es la que el visitante puede percibir, si tiene la suerte de caer rendido frente a Él Ángel, cierto día que México vence a Francia en un partido de fútbol; o si tiene la suerte de pararse frente al Antropológico y toparse con los Voladores de Papantla, círculos concéntricos en el aire a cuatro voces/cuerpos, que embrujan con su monótono ritmo de caída y atraen con la gravedad de su música. Ciudad grandiosa, monumental, caótica, diversa y estridente, llena de ruidos extraños, gentes de mil raleas, todoterrenos relucientes y bochos desvencijados. Ciudad-país que incluye Xochimilcos y Chapultepecs, Reformas e Insugentes, que, en una glorieta, glorifica a sus últimos emperadores aztecas y, en la siguiente, honra a Colón, origen del fin de su primer principio. Contradicciones varias que me gustaría ir apuntando para quienquiera que lea este blog. Todo lo dicho es subjetivo, faltaría más, no existe una ciencia de México, ni predicciones ni métodos válidos de acercamiento; solo la intuición, la pasión y la sorpresa acompañan a uno mientras recorre sus colonias. Bienvenido el que quiera a la ciudad sagrada, a la ciudad excalectric, a la ciudad sin fin. Como escribió Carlos Fuentes en La región más transparente:"Mi nombre es Ixca Cienfuegos. Nací y vivo en México, D.F. Esto no es grave."