Había una cabra que sólo tenía pan duro para comer. Estaba tan seco y tan insípido el pan, que no podía comérselo aunque el hambre le estuviera devorando a ella. De repente, divisó un restaurante a lo lejos. Decidió acercarse a él porque, aunque no tuviera casi nada de dinero, el olor podría mitigar su hambre. Cuando llegó a la vera del restaurante, el olor era tan sabroso que pudo comerse el pan soñando que era un gran manjar.
El chacal, dueño del restaurante, al ver y comprender la escena de la cabra, salió corriendo gritándole que debía pagarle algo por el olor. La cabra no supo que contestar, a lo cual el chacal expicó que si no fuera por el olor no hubiera podido comerse ese mendrugo de pan insípido, con lo que algo tenía que darle, el había hecho ese "olor".
La cabra propuso que fueran a ver al león para que decidiera él cuánto debía pagarle. El chacal accedió en seguida pues eso de "cuánto" le gustaba.
Llegaron los dos al león y le explicaron la historia.
El león se quedó pensativo le pidió unas monedas a la cabra (lo poco que tenía) y lo agitó en el aire.
¿Escuchas el sonido de las monedas, chacal?-preguntó el león- pues éste es el pago por el olor de tu comida.
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