lunes, 18 de abril de 2011

¿Y si no decimos más que tonterías?

Retrotraerse en un verbo muy extraño. Hace poco, se ha encontrado otra pista que indica que, seguramente, la flecha del tiempo (que ya indica cierta inclinación y predisposición hacia un lado, generalmente la derecha, en el imaginario colectivo) puede que tenga un sentido único. Esto haría imposibles los viajes en el tiempo (lástima!!). En este sentido, el verbo al que hago referencia viene a ser como llevarle la contraria a la flecha del tiempo. La forma de explicarlo sería "traerse para atrás" que, aunque parece una mala de traducción del inglés, pongamos por caso de "Back to the Future" o similares, en realidad, lo que viene a practicar es un juego mental muy primario. ¿Quién no ha escuchado a un niño decir el clásico "¿y si...?", unida a cualquier tipo de proposición medianamente absurda. Pues bien, siempre he sentido curiosidad por los" ¿y si..? que acompañan a los prejuicios. ¿Y si los hechos habituales que nos condicionan, ésos que albergamos en nuestro interior como únicos y que, de alguna manera, lo son (es lo que tiene de inconmensurable el sujeto), no fueran más que casualidades. Uno sabe normalmente quién es, cómo ha llegado a ser quién/lo que es, etc. Esto no es ninguna novedad. Uno es capaz de contarse su historia.
Sin embargo, ¿qué pasa cuando uno olvida esos recuerdos que le hacen ser quien es? Las amnesias son el caso más evidente de esta situación. Otra mucho más reciente es el Alzheimer. Una persona que se encuentra en cualquiera de estas dos situaciones (y muchas otras) no está en condiciones de retrotraerse a ciertos momentos. Si no puede contarse su historia, ¿dónde queda su identidad? Si uno no se acuerda de dónde conoció a sus amigos, ni a su pareja, ni de que su abuelo lo llevaba al parque, ¿cuál es la relación que no tiene con sus amigos, con su pareja o con su abuelo? Oliver Sacks ya trata de estos temas ampliamente en algunas de sus obras. Pero, en realidad, más que las personas, a mi me interesan entidades más abstractas, en este caso. Los metarrelatos, término bastante pedante que hace referencia a esta narración interiorizada que uno tiene de sí mismo, de las cosas y de su relación con ellas, son construidos por personas, pero no necesariamente para las personas. Los pueblos tienen metarrelatos, la ciencia tiene metarrelato, los equipos de fútbol, las estrellas de Hollywood tienen metarrelatos (nadie piense que lo que sabe de la vida de Julia Roberts es Julia Roberts, ni que tan siquiera se acerca al relato que la propia Srta. Roberts tiene de sí misma). Incluso las palabras tienen su propio metarrelato, según la suerte de aparecer en ciertos textos o no, quién las utilizó y con qué fin.
Pues bien, a este concepto, un señor que se llamaba Thomas Kuhn le dio el nombre de paradigma. El paradigma es un concepto que ha hecho correr ríos de tinta, algo más de lo común en la discusión de un concepto filosófico-antropológico-sociológico-etcéteralógico (lo que es menos que la que hace correr un Real Madrid-Barça, pero más que el ritual de apareamiento del dragón de Komodo). Y es un concepto que a mí, personalmente, siempre me ha resultado interesante porque de alguna manera da razón de porqué a veces me siento en comunión con otras personas, con cierta idea de pueblo, con algunas palabras e, incluso, con ciertas estrellas de Hollywood.
Sin embargo, retrotrayéndome al principio (espero que siga ahí), lo que me gustaría señalar, ni demostrar ni probar objetivamente, que son palabras muy ajenas a mi paradigma, es que....mierda!!!.......no puede ser...............se me ha olvidado....

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