Para convertirte en mi rey
Se puede ser un león, el rey de los animales,
de todos respetados, y sin embargo,
sentir el dolor en carne propia
como un vulgar herbívoro
Durante su vida, Gayndé-el-León había cazado y descuartizado muchos animales, sin nunca herirse. Pero, en su última caza, una esquirla de hueso penetró a traición entre las almohadillas de su pata derecha delantera y sufría horrores, como si tuviera mil heridas. Las garras del león estaban infestadas por restos de carne podrida y la pequeña herida se había infectado. Por más que Gayndé lamiera los espacios interdigitales donde se hallaba el dolor, no conseguía sacar la esquirla. Cada día era peor que el anterior. Ya no podía poner la pata en el suelo sin que el más leve apoyo le provocara unos dolores agudos, como si pequeñas lanzas afiladas remontasen por el canal de sus neuronas hasta crisparle el corazón. Además de los dolores que experimentaba en su carne, existía un dolor más desgarrador que le hacía sufrir aún más: el hecho de que en todo el país conocieran su desgracia y hablasen de él.- ¿Acaso no pueden callarse? ¡Qué les importa si me duele la pata! Rugía enfadado entre gemidos de dolor. Y tenía también otro disgusto: le era imposible cazar. ¿Entonces no le iba a quedar más remedio que morirse de hambre o, incluso, de gangrena? Los buitres carroñeros ya se agrupaban a poca distancia de su antro, a la espera de su muerte. Un mirlo azul color-del-tiempo anidaba cada año en las proximidades. La presencia de los carroñeros importunaba a este delicado mirlo. Con la esperanza de verlos marchar, se atrevió a pedir la palabra al rey, cosa que, en sus diez años de vecindad, no había intentado jamás. - No soy más que un pobre mirlo metálico y sé cuán grande es mi audacia al dirigirte la palabra, pero creo conocer a alguien que podría curarte...Cuando se sufre, se acepta cualquier tipo de esperanza.Gayndé no regañó al ave temeraria.- ¡Habla! -dijo-¿Quién es?- Un hombre.Tal fue el rugido de Gayndé que llegó a desplazar el aire hasta el mirlo azul, que se vio con todas las plumas del buche engrifadas. - ¡Te estás burlando! Te aprovechas de mi debilidad actual, que me impide arrojarme sobre ti para aplastar tu pequeñez. ¡Deja que me recupere y te enseñaré a tener el respeto debido a mi persona! - Que su Señoría no se tome a mal mis palabras. El hombre es un pastor en trashumancia, he visto su poder. Una oveja del pueblo había recibido un dardo de un puerco-espino, un animal que, cuando se enfada, lanza sus púas como un arquero sus flechas. Su dueño no sabía qué hacer. Cogió la oveja y se la llevó a hombros hasta el pastor. Éste supo retirar la púa sin abrir la herida y le curó con hierbas. La oveja, curada y alegre, ahora salta en medio del rebaño con sus corderos. - ¡Y crees tú que un cuero de león se trata de la misma manera que la piel de una oveja que se desgarra por un sí o por un no!, rugió el irascible Gayndé. ¡Lárgate! Sólo con verte, me irrito.Pero, por la noche, al sentir el dolor cada vez más fuerte, el león volvió a llamar al mirlo azul. -Si tu insolencia te hace creer que el hombre puede, no tanto curarme, pues no llego a pedir tanto, sino aliviarme, ¡corre a buscarlo! Es que ya no puedo más. Los pastores se pasan la vida con los animales. Conocen todas las lenguas de cada uno. El pastor comprendió el mensaje del mirlo, pero se negó a moverse. En demasiadas ocasiones había tenido que defender su ganado contra los ataques de un león, éste u otro, durante la estación de las lluvias, cuando las gacelas encuentran un lugar donde abrevarse Al no poder sorprenderlas cuando van a beber al río, las fieras se conforman con los ganados de los pueblos, que saben muy bien encontrar. - Gayndé está sufriendo mucho, insistió el mirlo. Negarle tu ayuda es insultar al buen Genio que te dio unas manos que saben curar. El temor a contrariar a un Genio es mayor que el miedo que inspira la visita a un león moribundo. La temeridad del pastor temía menos penetrar en el antro del león que enfrentarse con la ira de un Genio. Y además, no le gustaba ver sufrir a los animales, y el león, por rey que fuera, no dejaba de ser un animal. - Aquí me tienes, sin azagaya, con la palma de las manos abierta en signo de paz, dijo con una voz blanca al presentarse a la entrada de antro. Tú sufres y yo puedo aliviarte. Al principio, es posible que te haga daño, ¿sabrás tener valor? ¡Hablar de valor a un león! Gayndé rugió enfurecido. Al mismo tiempo, hizo un movimiento involuntario que acentuó su dolor latente, de manera que el rugido se terminó en un quejido compasivo.El pastor se sintió un poco menos temeroso. -Invoco a mi Fetiche protector. Me vengará si te vuelves contra mí cuando te vaya a doler, advirtió el pastor al abrir su cuchillo, después de haberse sentado y de haber colocado despacito la pata enferma en su falda. - Lo ves -añadió, hablando al rey como si fuese un niño-, éste es el trozo de hueso metido en tu carne que te hace sufrir. Cuando lo haya sacado, todo irá mucho mejor. Entonces, apretaré tu pata para que salga el pus. Podrás lamerte y, en el espacio de media luna, ya no habrá nada. Durante toda la operación, Gyandé-el-León permaneció sin un gemido. No dijo nada. Tampoco dio las gracias luego. El pastor salió del antro andando hacia atrás, pues se temía que el león le agarrara por detrás, ahora que ya podía apoyarse en su pata. Transcurrió una media luna. Una noche, cuando el pastor, enrollado en sus pieles, iba a dormirse en medio de su ganado, oyó un rugido. - Ahí viene mi recompensa, dijo, agarrando la azagaya. ¿Por qué habré caído en la estupidez de escuchar al mirlo y de curar a este león? El grito del león siempre asombra, incluso, cuando quiere expresar cosas amables.- No pude venir antes, decía el rugido. Ahora me encuentro bien. Vuelvo a cazar. Te traigo, en agradecimiento, la primera presa que he matado, la más bella, la más difícil de conseguir. El león venía arrastrando un búfalo entero. Tan enorme que todo el pueblo recibió su parte. ¡Si los hombres tuvieran tanta generosidad como el león, serían los dueños del mundo!¡Y tú que me has escuchado, sé noble y generoso como el león, y serás mi rey !
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